El día 8 de mayo es una fiesta especial para todos los escolapios, pues celebramos a la B.V.M Madre de las Escuelas Pías. En esta fecha rememoramos la dedicación de las escuelas a nuestra Madre María, Madre de Dios, y pedimos su intercesión ante el Señor para poder caminar en fidelidad a nuestra misión.
Para este año, debido a las dificultades que nos plantea la cuarentena por el COVID-19, nos hemos aventurado a realizar la Eucaristía online, con la particularidad de que fuese participativa. Hasta ahora habíamos logrado transmitir nuestras celebraciones, sin mayor participación que la de ver lo que ocurría en la pantalla. Sin embargo, nos parecía importante que esta celebración no dejara de ser un espacio de encuentro y de interacción; más aún cuando deseábamos que todos nuestros hermanos de las fraternidades renovaran su promesa de seguir viviendo el carisma y la misión junto a los religiosos.
Reconocíamos las limitaciones. La capacidad del internet de algunos de nuestros países es la más baja del mundo, y ya sabíamos que la presencia de Cuba no podría participar tal y como lo diseñábamos. También sabíamos que en otras presencias las frecuentes, prolongadas y repentinas fallas del servicio eléctrico afectaría. Pero también reconocíamos una oportunidad, la más importante: el deseo y la motivación de encontrarnos y conocernos en una Provincia de la que formamos parte pero en la que los encuentros físicos han sido desde el principio una constante. Aún hoy algunos religiosos no nos conocemos personalmente, y las fraternidades de República Dominicana y Venezuela no se han encontrado por lo costoso de los traslados y las fuertes dificultades migratorias para el ingreso de venezolanos a República Dominicana y viceversa.
Con todo esto claro, nos aventuramos. Convocamos a la celebración Eucarística vía Zoom. Era importante visibilizar el gesto, y por eso en esta Eucaristía todos los hermanos fraternos estaban convocados, vestidos de blanco, con una vela y un cartel, y con el deseo de renovar su promesa. Las fallas no se hicieron esperar; en el momento de iniciar ya desde Carora y La Romana nos informaban que el servicio eléctrico impediría la participación de las comunidades fraternas más numerosas de la Provincia. Los religiosos de Carora lograban conectarse, sin servicio eléctrico, a través de una débil conexión de datos por el celular. El P. Luis Alberto Hernández, moderador, desapareció en medio de la Eucaristía porque también, inesperadamente, se cortaba el servicio eléctrico en la ciudad de Valencia. La celebración se hacía desde Caracas, donde la conexión se interrumpía en algunos momentos; desde Barquisimeto intentaban leer las preces pero la debilidad de la conexión lo hacía imposible.
Aun así permanecimos los que pudimos y teníamos los tan necesarios servicios de internet, servicio eléctrico. Hacíamos presentes a los que no podían estar con nuestras palabras y gestos. Mientras tanto, quienes no podían estar conectados, reunidos o en sus casas, enviaban imágenes de lo que estaba siendo su renovación. No estábamos cerca físicamente, no estábamos todos conectados por la magia de las redes sociales, pero estábamos conectados carismáticamente y todos, al mismo tiempo, unidos desde el corazón, renovábamos nuestra promesa. En una casa de Carora, en nuestra comunidad de Valencia Sur, en la pequeña Iglesia doméstica de La Romana, en la intimidad del hogar de Santo Domingo, había uno, dos o más fraternos renovando su opción escolapia.
Momentos más tarde me preguntaba qué podía aprender de esta aparatosa experiencia. Y surgió una convicción: nada puede frenar lo que nace del Espíritu. Ni la adversidad ni la distancia, ni la tristeza ni la desesperanza, ni la carencia ni la abundancia. Lo que nace de Dios toma cuerpo y se comunica desde ese plano “espiritual” que transciende la comunicación verbal, no verbal, o virtual. Hay conexiones más profundas que una red social puede ayudar a fortalecer, pero que no se agota ni se limita a ella. El Dios de Jesús es el Padre que nos hace hermanos, y este hecho transciende, va más allá de las fronteras que nos imponen los Estados o nos genera la tecnología o la ausencia de ella.
A todos mis hermanos, agradezco la paciencia de poder estar allí, en tan interrumpida pero significativa celebración. Con gozo, damos gracias a Dios por 103 hermanos que dicen “sí” a la Iglesia, a la Escuela Pía, a la Provincia, y encomendamos su vocación a la Madre de Dios, quien como buena madre de nuestros pueblos centroamericanos y caribeños, congrega a la familia en el seno del hogar para disfrutar juntos el banquete del Reino. Pidamos que siga intercediendo al Señor para que siga enviando obreros a su mies….
P. Willians Costa.
Provincial.