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EL P. PEDRO AGUADO SCH. P. GENERAL DE LA ORDEN, ENVÍA UN FRATERNO MENSAJE A LA COMUNIDAD DE MANAGUA

A LA COMUNIDAD ESCOLAPIA DE MANAGUA AL CONJUNTO DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA DEL COLEGIO
Muy queridos hermanos:
La noticia del fallecimiento del P. Ricardo Sierra y del P. Bernardo Navarro, ocurridas casi en el mismo día a causa de la pandemia del COVID-19, nos ha producido un hondo sentimiento de tristeza. La pérdida de estos dos sacerdotes escolapios, que han dado la vida por el proyecto de Calasanz, ha sido muy dolorosa para todos, y de modo especial para ustedes, su comunidad religiosa, y para el conjunto del Colegio. Seguro que estos sentimientos son compartidos en toda la Provincia, sobre todo en León y en San José, donde los padres también dedicaron muchos años de su vida a la misión escolapia.
Pero estos sentimientos no son los que dominan en nosotros, ni en ustedes. La fe en el Resucitado nos ayuda a todos, también a ustedes, a dar gracias a Dios por la vida de los padres Ricardo y Bernardo, y a esperar confiadamente que el Señor les concederá el don de la Vida plena a estos dos siervos fieles y entregados.
Pienso en ustedes cuatro, muy queridos P. Yefrin, P. Ever, Rolando y José David. Han perdido a dos personas queridas, dos religiosos con mucha sabiduría escolapia. Den gracias a Dios por ellos, asumiendo el reto de seguir adelante con su vocación escolapia y con su misión.
Rezo por ustedes, y por todas las personas que hacen posible nuestra misión educativa en Managua. Que el Señor les bendiga y les fortalezca, siempre pensando en el bien de los alumnos y de las alumnas del Colegio.
Les envío desde Roma un abrazo fraterno.
P. Pedro Aguado
P. Bernardo, hasta siempre…

Descansa en paz el P. Bernardo Navarro Majarín de los Sagrados Corazones (23) que falleció el 18 de septiembre en la Comunidad “San José de Calasanz” (Managua) a la edad de 81 años. Fue religioso escolapio 65 años. Damos gracias a Dios por su vida y por su servicio a la Orden. Que el Dios de la vida le reciba, y en nosotros renueve la fe en el resucitado
Estar en el mundo sin ser del mundo
Les compartimos la homilía que pronunció Monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua el pasado domingo y en el contexto de la incertidumbre que vive Nicaragua en las últimas semanas. En este momento, la Iglesia debe estar acompañando al pueblo de Dios en sus legítimas peticiones, siempre en un clima de diálogo y paz.
Queridos hermanos y hermanas:
1. Nos reunimos hoy en el Día del Señor para celebrar la presencia de Jesucristo Resucitado en medio de nosotros, en nuestros corazones y en nuestra historia. Estamos con el corazón lleno de dolor por tantos jóvenes asesinados cruelmente por la dura represión y estamos con la conciencia llena de incertidumbre ante el futuro de nuestro país. Sin embargo, más allá de todo brilla en nuestro espíritu la certeza de la presencia y del poder de Jesús, «que ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder (…). Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida imparable que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección» (Evangelii Gaudium, 275-276).
2. Hoy hemos escuchado a Jesús en su último coloquio con el Padre antes de su pasión, orando por sus discípulos: «Padre Santo, cuida en tu nombre a los que has dado» (Jn 17,11). Jesús le pide al Padre que mantenga a sus discípulos en sus manos, los cuide, los rodee con su amor. Estamos en buenas manos, las manos del Padre del Cielo. A continuación le dice también: «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Jesús quiere que los cristianos no vivan aislados ni indiferentes ante los dolores y las alegrías del mundo. La historia de la humanidad es el hogar de los cristianos, del que no pueden renegar y del que no pueden ni deben huir. Jesús quiere que vivan en el mundo. Solo le pide al Padre que los guarde del Maligno, que les de sabiduría y fortaleza para que no sean ingenuos dándole fuerzas al mal, para que no traicionen su fe siendo cómplices del mal y para que no claudiquen jamás haciéndose agentes de las fuerzas del mal.
3. Jesús luego pide al Padre: «Como tú me has enviado al mundo, yo los envío al mundo» (Jn 17,18). Jesús Resucitado no esta física y materialmente visible. Son sus discípulos los que lo harán visibles, enviados por Jesús como él mismo fue enviado por el Padre. La existencia de los cristianos adquiere carácter de envío, de misión. Todos tenemos una responsabilidad ineludible en comprometernos por llevar adelante el proyecto de Dios en el mundo. Los cristianos estamos llamados a ser hombres y mujeres que construyen la paz y han hecho de la misericordia su estilo de vida. Al mismo tiempo, no podemos rehuir a nuestro compromiso de solidaridad y defensa de los más pobres, los más desvalidos y vulnerables, las víctimas de los sistemas injustos, del mundo del descarte y de la indiferencia. Jesús nos quiere en medio del mundo para que nos opongamos valientemente contra sistemas sociales, económicos y políticos que solo favorecen los intereses de los poderosos y oprimen y violentan a las grandes mayorías. Jesús nos quiere en el mundo para que alcemos la voz y nos comprometamos por una justicia que no deja fuera a nadie, que se nutre de la riqueza de la diversidad humana y se expresa en el respeto a la dignidad de los derechos de cada persona humana.
4. En este momento en Nicaragua «estar en el mundo sin ser del mundo» exige no ser neutrales. Quien en una situación de injusticia social y de represión criminal, como la que vivimos elige el camino de la pasividad y enarbola la bandera hipócrita la imparcialidad, se vuelve cómplice, cómplice del mal. Hoy muchos se llenan la boca hablando de tranquilidad y de paz. ¡Cuidado! No promovamos la paz de los cementerios ni la de los esclavos sometidos. La paz que anhelamos y que queremos construir es la paz de Jesús, una paz que pasa por la tensión y los conflictos con quienes odian la paz. La paz de Jesús tiene un precio: la cruz. Quien quiera hoy la paz, no puede simplemente pronunciar discursos huecos y ambiguos de pacificismo descafeínado. Quien quiera la paz hoy debe mostrar que está dispuesto a exponerse, estar dispuesto a ser calumniado, amenazado e injuriado por ponerse del lado de las víctimas de la violencia y condenar a quienes agreden y matan porque tienen las armas. Quien quiere la paz debe luchar por la justicia.
5. Estamos a las puertas de un «Diálogo Nacional», frente al cual el gobierno de Nicaragua no ha dado signos claros de buena voluntad de querer enrumbar al país por un nuevo sendero de justicia, paz y democracia. Sin embargo, la Iglesia no puede no acompañar este último esfuerzo racional como solución del grave conflicto que vivimos. Vamos a buscar la paz, pero dejando claro que «ya no se trata de alcanzar un consenso de escritorio o una efímera paz para una minoría feliz, ni de un proyecto de unos pocos para unos pocos» (Gaudete et Exsultate, 89). Se equivoca quien cree que este diálogo es para volver a la frágil, artificial y mentirosa «tranquilidad» que vivíamos hace un mes. Se equivocan quienes creen que este diálogo es simplemente para sofocar las reivindicaciones sociales que los estudiantes y el pueblo entero está reclamando. «La dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios» (Evangelii Gaudium, 218).
6. El momento es delicado. Por eso no debemos dejarnos llevar por la emoción, la ira, la precipitación irresponsable, el miedo y mucho menos por la violencia. ¡Jamás la violencia! Nada violento. Ninguna violencia. Por eso tenemos que practicar más que nunca el discernimiento, «educándonos en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Él no hace caer fuego sobre los infieles (cf. Lc 9,54), ni permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo (cf. Mt 13,29)» (Gaudete et exsultate, 174). Ni violencia ni intolerancia. Pero sí sabiduría y perseverancia, fuerza y claridad. Nunca abuso ni agresión a nadie. «También se requiere generosidad, porque hay más dicha en dar que en recibir (Hch 20,35). No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor nuestra misión en la vida hasta darlo todo» (cf. Gaudete et exsultate, 174). Los jóvenes que han ofrendado su vida por Nicaragua nos han dado un ejemplo digno de imitar. «Hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida» (Gaudete et exsultate, 175).
7. Recordemos el evangelio de hoy. No huyamos del mundo, estemos en el mundo; no tengamos miedo de estar en el mundo, pero no seamos del mundo. Es la consigna de Jesús. En el mundo pero iluminados con su Palabra y guiados por su Espíritu. Él nos sostiene y acompaña son su presencia amorosa y su permanente y poderosa intercesión. Jesús nos revela hoy que estamos seguros, que podemos tener confianza e ir al mundo en su nombre, pues estamos sostenidos tiernamente por las manos del Padre del Cielo. Que la Virgen María, que sabía estremecerse de gozo en la presencia de Dios, que conservaba como un tesoro la Palabra en su corazón y que se dejó atravesar por la espada compartiendo con su hijo el dolor por amor a la humanidad, nos enseñe el camino de la sabiduría y nos proteja con su amor de Madre.
Silvio José Báez, o.c.d. Obispo Auxiliar de Managua
Tiempo de gracia
Ordenación sacerdotal de Pablo Antonio López
Nuesta Provincia vive un tiempo de gracia y fecundidad vocacional.
El sábado 23 de septiembre, recibió el sacramento del orden sacerdotal, el escolapio Pablo Antonio López en la bella ciudad nicaragüense de Masaya, de dónde es oriundo.
La celebración fue presidida por el obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez que curiosamente, también es de Masaya y fue ex-alumno del ITAC de Costa Rica en su etapa de formación inicial con los carmelitas.
Pablo fue acompañado por los escolapios de Nicaragua y algunos que vinieron de otros países, además de un buen grupo de jóvenes del Movimiento Calasanz del país.
La ordenación de Pablo es la primera de las cuatro que viviremos en este tiempo. El 30 de septiembre, José Alejandro Peña en Valencia (Venezuela), el 7 de octubre, Fredy Araujo en La Quebrada (Venezuela) y el 21 de ocubre, Alain Poudy en Cap Haitiene (Haití).
Muchas bendiciones para todos ellos y que Dios les conceda mucha fidelidad y entrega al servicio de la Iglesia en las Escuelas Pías. Que su compromiso sirva de llamada para muchos más jóvenes que desean entregar su vida a los demás.