Jubileo escolapio en Carora

En 1952 un grupo de escolapios vascos abrían una nueva presencia en la pequeña ciudad colonial de Carora (Venezuela). El rector de la primera comunidad fue el P. Jesús Nagore quien junto a otros: P. Juan Bautista Pérez Altuna y el Hermano Alfonso Olazabal asumieron una pequeña escuela en la ciudad colonia: Cristo Rey. Pronto adquieron un gran terreno en las afueras donde actualmente está el colegio.
65 años de presencia en Carora y 400 de las Escuelas Pía son motivos más que suficientes para desplazarse con todos los alumnos del colegio a la catedral de la ciudad y dar gracias a Dios por tantas bendiciones recibidas de las Escuelas Pías.
Los alumnos con sus maestros salieron del colegio en una pequeñas peregrinación para celebrar la Eucaristía que presidió el obispo Luis Armando Tineo y la presencia especial del P. Provincial, Francisco Montesinos.
Otra de las muchas celebraciones jubilares que las Escueals Pías están organizando en todas sus presencias. Que Dios siga derramando sus bendiciones sobre la ciudad de Carora y mantenga a las Escuelas Pías muchos años más.

De la estirpe de los robustos
En recuerdo al P. José Fidel Unanua.
Aunque uno viva setenta años y el más robusto hasta ochenta, su afán es fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan. (Salmo 90,10)
El P. José Fidel estaba en la categoría de los robustos, de los religiosos que forjaron su vocación en la dura España de la posguerra y que aprendieron de los mártires de la guerra civil el coraje de entregar la vida por el evangelio.
Se formó en el Seminario Escolapio de Irache y en Albelda junto a cientos de jóvenes que buscaban recomponer los tejidos de una Iglesia destruida por los prejuicios y la intolerancia de la guerra. Esos jóvenes querían construir un mundo nuevo desde su compromiso con la escuela. Querían poner las condiciones para que nunca más hubiera una guerra cruel.
Se nos fue el padre José en una soleada mañana de Pascua. La misteriosa visita de la muerte nos sorprendió y nos heló el corazón pero nos dejó una paz profunda y serena en el alma por haber conocido a un gran escolapio.
Cuando ya cruzaba el límite de los 80 años, el padre escogió la cordial y cálida ciudad de Carora para pasar la última etapa de su vida. Así nos lo compartía: «quiero ser útil hasta que Dios me dé fuerzas y le pido que siempre me dé lucidez».
Y el Señor le concedió este deseo. Sirvió como sacerdote escolapio hasta el final; en el servicio del altar, en las confesiones frecuentes, en las visitas a los enfermos y en las innumerables exequias que presidía con tanta diligencia. Estuvo lúcido hasta el final, como pedía a Dios.
Y también le concedió una larga y fecunda vida, una bendición para tantas presencias escolapias donde sirvió como gran misionero navarro que era tras los pasos de San Francisco Javier. Fue durante muchos años el formador de jóvenes escolapios, superior de las Escuelas Pías de Chile y de Venezuela, vicerrector en la Universidad Cristóbal Colón de Veracruz y en los últimos años de su vida, en la tranquila y dulce ciudad de Carora.
Fue un gran apasionado por San José de Calasanz y las Escuelas Pías. Estaba pendiente de todo lo que pasaba en la Iglesia y en la Orden escolapia. Cuidaba las relaciones con las personas que había conocido a lo largo de su vida. Con delicadeza de caballero, no se olvidaba de felicitarles en su cumpleaños. Un gran detallista.
Una de las mejores hazañas escolapias del P. Fidel fue gestionar con el gobierno venezolano un convenio por el cual, la mayoría de escuelas católicas del país pudieran ofrecer educación a los más pobres. Un bien increíble para tantas familias sencillas que buscan en las escuelas católicas un lugar para crecer. Seguro que la familia AVEC le estará eternamente agradecido.
Muchos de vosotros decís que era un santo. Yo le añadiría; además un “santo cabezota”… ya sabéis a qué me refiero. No quiero hablar mal de él; al contrario, creo que los grandes hombres que han hecho avanzar la Iglesia han sido un poco tercos y cabezotas con sus convicciones más profundas. Y si no, lean la vida de uno de los santos más geniales de la Iglesia: San José de Calasanz. Ese sí que llevó sus convicciones hasta las últimas consecuencias.
De todas las fotografías recientes que tenemos del padre, hay una que expresa muy bien lo que era el P. José. Está tomada en la capilla que los escolapios construyeron en el popular sector de La Lucha. El padre explica la Palabra amplificando su débil voz con una corneta a la vez que posa tiernamente su mano derecha en el hombro de un niño pobre. ¡Qué imagen tan escolapia!, ¡Qué orgulloso se sentirá hoy san José de Calasanz en el cielo cuando lo reciba!
Inevitablemente, me viene al recuerdo aquella preciosa carta que nos dejó Calasanz:
«El camino más corto y más fácil para ser exaltado al propio conocimiento y de este a los atributos de la misericordia, la prudencia y la paciencia infinita de Dios, es el abajarse a dar a luz a los niños y en particular a los que son como desamparados de todos que por ser oficio a los ojos de mundo tan bajo y vil, pocos quieren abajarse a él”. (Epistolario, 1236).
Sin duda, el sabio y preparado P. José supo abajarse a los sencillos, a los niños, a los pobres, al servicio de sus hermanos de comunidad. Un gran ejemplo para tantos escolapios que intentamos ser fieles en el camino de Calasanz.
La ciudad de Carora ha tenido la gracia de acoger a un hombre sabio y santo que se une ya a la larga lista de escolapios que entregaron su vida al servicio de la juventud en esta tierra.
En las presencias escolapias de Venezuela es toda una tradición convocar a los jóvenes para «hacer misiones» en Semana Santa llevando el evangelio a los niños, los jóvenes y a los hogares. Esperan este tiempo con ilusión y expectación porque supone toda una experiencia de vida para ellos.
La cultura vocacional sigue siendo un desafío para nuestra demarcación. Y como tal, implica llevar el mensaje a todas y cada una de las presencias, donde se nos abre la puerta para encontrarnos con la Escuela Pía viva y presente en cada lugar. Ahora hemos tenido la oportunidad de encontrarnos con nuestra querida gente de Barquisimeto y Carora, respectivamente.




