Ordenación sacerdotal en Valencia del P. José Alejandro Peña.
Hoy lo puedo decir bien alto: Soy sacerdote escolapio.
Han pasado 11 años desde aquel 23 de septiembre en el que inicié mi proceso de formación. Debido a la grandeza e importancia de la Misericordia de Dios para conmigo quiero compartir tres elementos de mi proceso vocacional que me hacen experimentar la fuerza del salmista al decir: “Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres”; pues bien, estos elementos son:
El primero es la incongruencia. Así es, en mi adolescencia cuando surgía «un ese Algo» que no identificaba pero me hacía sentir pleno, en paz conmigo mismo y me lanzaba hacia los otros soñando con cambiar el mundo. Ese Algo (Dios) se empeñaba en mí asumiendo la totalidad de mi persona, de mi historia, de mis errores, de mis dificultades y me mostraba que soñaba para mí una historia grande entre hermanos de comunidad, niños, jóvenes y distintas latitudes.
El segundo elemento, los escolapios. Estudié 13 años de mi vida en un colegio escolapio y veía a los padres del colegio cercanos y normales. De vez en cuando con locuras que nos alegraban la vida, se preocupaban por los pobres, iban por el barrio caminando, en clase había una pedagogía del amor para corregir y exigir. En definitiva, se les notaba plenos, llenos de vida y muy de Dios, esto me atrajo y compartir con ellos fue elementos clave en mi proceso vocacional.
El tercero, es mi querido y amado San José de Calasanz. Desde llorar en el colegio de emoción al escuchar el himno «Hubo un hombre», experimentar que es un santo para los niños y los jóvenes, más aun para aquellos que están solos y sufren. Su figura me mostró el valor de la entrega incondicional: “Nada le has dado a Cristo sino le has dado todo tu corazón”. Gracias Calasanz por ser un hermano, padre, amigo, fundador y un hombre de Dios que sigue vivo en cada escuela y centro escolapio del mundo.
Han sido 11 años de adrenalina pura, escuchar vidas, acompañar niños y jóvenes, tener hermanos, ver aquello del Evangelio del 100 por 1, experimentar a un Dios que a pesar de mi pecado se empeña en mí, me busca, me llama, toma la iniciativa y me toma de la mano como hace un padre con su hijo cuando caminan por la calle para guiarlo por el camino de la entrega, la felicidad y la confianza. Hoy es un tiempo para decir: Si, como lo dije hace mucho y con la conciencia y alegría grande de un Dios que va escribiendo una historia de amor para muchos a través de mí y en mí.
Repitan conmigo y que sea esta nuestra oración en este tiempo grande de amor: El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Porque mi ordenación sacerdotal es también el reconocer a un Dios de misericordia en todos y cada uno, por esto tan grande termino diciendo: Gracias Señor gracias.