
Tenemos formada una imagen del R. Casani como religioso muy espiritual, con estilo arcaico, amable, culto, fiel a sus principios, rigorista y obediente, silencioso y pobre. Este retrato responde a la realidad, pero es incompleto. Casani tenía don de gentes, alternaba con gusto con nobles y dignatarios eclesiásticos, le gustaba viajar, resolvía problemas. Pero también soñaba, era utópico y proponía excentricidades llevado de su radicalismo evangélico.
Quizás por todo ello gozó de la confianza de Calasanz, tan distinto en su manera de ser, concreto y realista. Se complementaron y colaboraron desde 1614 cuando el P. Pedro fue nombrado rector de San Pantaleo y el P. José continuó siendo prefecto o director de las escuelas allí radicadas. En 1617, al crearse la Congregación Paulina, Casani, que pertenecía a la Congregación de Lucca desde 1594, prefirió adherirse a las Escuelas Pías y fue el primero en recibir el hábito escolapio de manos de Calasanz y el primer Maestro de novicios, cargo que ejerció en varias ocasiones y en diversos lugares. A él se atribuyen con fundamento las «Reglas para los Novicios de las Escuelas Pías». Más tarde fue Asistente General varias veces, Provincial de Liguria y de Nápoles, Visitador General de las nuevas fundaciones en Europa central y, finalmente, propuesto para Vicario General de la Orden. Fue verdaderamente hombre de confianza del Fundador.