Memoria agradecida de los primeros días de la fundación
Los años cincuenta del pasado siglo fueron muy fecundos en ardor misionero. El P. Vicente Tomek, Superior general de los escolapios, animó a los religiosos de España a iniciar nuevas fundaciones en América.
Después de un viaje exploratorio a Venezuela del P. Jesús Nagore. La provincia de Vasconia decidió abrir una fundación en la ciudad de Carora, en el interior del país. En la ciudad ya funcionaba una pequeña escuela de niños fundada por un sacerdote diocesano, pero las autoridades locales y las familias soñaban con la llegada de una comunidad religiosa dedicada a la educación y que se encargara de la escuela.
Y el 3 de septiembre de 1951 llegaron los primeros escolapios a la ciudad en un avión regular procedente de Barquisimeto. Antes habían llegado por barco al puerto de La Guaira, cerca de Caracas. Leer las crónicas de comunidad dan una idea de cómo fueron los inicios.
Sobre las seis y media de la tarde, en avión procedente de Barquisimeto, aterrizan en el aeropuerto de Carora los padres que han de integrar la primera comunidad en suelo venezolano. Son estos los PP. Jesús Nagore, Constantino Garisoain, Ignacio Morrás, Jesús Vides y el hermano Alfonso Olazábal.
Una muy nutrida muchedumbre estalla entusiasta en vítores y aplausos a la llegada de los padres. Los padres bajan del avión portando cada uno en sus manos un hermoso paraguas negro.
Ha sido como una bendición copiosa que les ha caído del cielo. Tiempo hacía que la ciudad de Morere anhelaba ansiosamente poder contar para sus hijos con una Orden o Congregación religiosa. Seguidamente, se organizó una hermosa caravana hacia la parroquia San Juan para dar gracias a Dios por los inmensos beneficios recibidos.
Al terminar de entonar el himno “Te Deum”, las emocionantes palabras de monseñor conmovieron profundamente a la multitud allí congregada. Sencillas pero cordiales fueron las que brotaron espontáneas del corazón agradecido del P. Nagore. Llenos de entusiasmo y enardecidos por la emoción, acompañaron a los padres a la casa que les habían preparado, sita en la calle Lara nº 11, propiedad de D. Ricardo Riera.
Seguidamente, un grupo de personas irrumpió en la casa para celebrar con los padres una rica comida de bienvenida donde el joven Ignacio Herrera, con emocionantes palabras leyó a la concurrencia el discurso de bienvenida.
No habían terminado de aplaudir cuando emocionado hasta lo más íntimo de su ser por todo lo que estaba viendo, se levanta el P. Constantino y agradece sinceramente en nombre de todas las exquisiteces de almas nobles y generosas que están realizando los caroreños.
Y el 17 de septiembre comenzó el curso escolar con una misa solemne al Espíritu Santo se inicia el primer curso escolar de las Padres Escolapios en Carora. Cabe mencionar que los padres no tienen más que continuar y renovar ampliando la obra que se iniciara en enero de 1945.
Al día siguiente comenzaron las clases con una matrícula de 109 alumnos de Primaria y con la intención de buscar un terreno más grande a las afueras y construir un moderno colegio que diera cabida a más alumnos.
El concejo municipal facilitó pronto un terreno y se iniciaron los trámites para la construcción de modo que en el curso 1953-1954 ya se dio clase en el actual edificio.
Han sido 70 años donde los escolapios han escrito páginas muy bellas de la historia de la ciudad. Todos los religiosos que pasaron por Carora quedaron seducidos por la simpatía y sencillez de sus gentes. Mientras que, en otras ciudades de América, los escolapios fundaron en grandes ciudades: Managua Santo Domingo, Bogotá, Belo Horizonte, Puebla…, en Venezuela se comenzó por una ciudad pequeña. Muy pronto vendrían otras fundaciones necesarias: Caracas y Valencia.
En los años 50 y 60, Venezuela tenía una economía fuerte y próspera que atrajo a muchos emigrantes de Europa, que había sido muy dañada por la guerra. América ofrecía posibilidades de crecimiento, de comenzar una nueva vida. Para la Iglesia también fue una gran oportunidad.
Actualmente Venezuela está sumida en una profunda crisis que ha afectado a todos los ámbitos de la sociedad. El sistema escolar público que antaño era muy robusto está prácticamente desmantelado y las instituciones de carácter privado hacemos grandes esfuerzos por sobrevivir a esta fuerte crisis.
Después de 70 años el carisma de Calasanz está muy vivo en Carora en una fraternidad escolapia muy activa y en tantos educadores, catequistas, voluntarios que fueron seducidos por el hermoso proyecto calasancio de educar en piedad y letras.
Y arrancamos este año de júbilo y acción de gracias con un encuentro precioso con todo el personal de la escuela y una eucaristía presidida por uno de los exalumnos más destacados de nuestra escuela y que ahora tenemos en honor de tener como obispo de Carora, el escolapio Carlos Enrique Curiel Herrera.