La pandemia por el COVID-19 ha supuesto cambios profundos en las formas en las que hemos desarrollado nuestras actividades cotidianas. En algunos ámbitos, la tecnología ha logrado suplir algunas carencias, aun cuando no sustituye la cercanía, el abrazo y todos los gestos que hacen humana la vida.
Venezuela no ha sido la excepción a lo acontecido en todo el mundo. Clásicamente, hemos tenido como fecha de encuentro y de Ejercicios Espirituales la primera semana de septiembre, antes de iniciar el año escolar. Sin embargo, la situación generada por la crisis política, económica y social agudizada por las medidas de confinamiento nos hacía preguntarnos si era factible hacer esta actividad que, normalmente, demanda presencia, silencio y espacios de oración. Nos percibimos, una vez más, retados a llevar adelante nuestra tarea aún en condiciones difíciles, y así lo afrontamos.
Entre las medidas asumidas por el Gobierno Nacional que hacían compleja la presencia física estaba la restricción de la movilidad entre ciudades y municipios, la carencia casi absoluta de gasolina en todo el país y la lejanía de quienes han recibido obediencia al país pero que esperan la apertura de los vuelos comerciales. Todo esto nos obligó a pensar en nuevas formas de iniciar el año y alimentar nuestra fe y nuestra esperanza.
Visto esto, decidimos implementar una nueva modalidad de Ejercicios, en la que cada comunidad de religiosos y fraternidades recibieran una guía diaria de trabajo, y quienes podían vencer la ausencia de servicio eléctrico y conectarse, participaban de un encuentro diario para compartir la experiencia del día. Algunas comunidades generaron espacios para la meditación y la oración orientados por el texto escrito y audiovisual; otros se organizaron personalmente para la actividad. Todos, de alguna manera, aprovechamos una propuesta sencilla y flexible, sin reñirse con la profundidad en la oración. Así, lográbamos llegar a más personas aun con las limitaciones ya mencionadas.
El resultado fue superior a lo esperado. Algunos fraternos de la Provincia de otros países decidieron acompañarnos en la propuesta, otros logramos conocernos pese a las distancias; otros se incorporaron a la dinámica de trabajo en Venezuela remotamente, a la espera de poder arribar en algún momento.
Damos gracias a Dios por la oportunidad de compartir la vida y la esperanza, en medio de las vicisitudes que hoy el mundo vive y que agudizan la crisis que ya vivía el país. Pedimos a Él que nos anime y despierte en nosotros el deseo de construir comunidades cristianas escolapias sostenibles, tal como lo descubríamos en este tiempo regalado por el Señor. Así sea.
P. Willians Costa Sch. P.