Despedida del P. Alfonso Olazábal, escolapio.
La vida del P. Alfonso se fue apagando poco a poco, discreta y silenciosamente tal como rezaba en la oración de Completas: “El Señor nos conceda una noche tranquila y una muerte santa”.
Dios concedió al P. Alfonso el premio de tener una muerte santa. A nosotros nos dejó un sentimiento de paz y serena alegría por la gracia de compartir estos últimos años de su compañía tan cordial y amable.
“¿Cómo se siente padre?” – le preguntaba de vez en cuando. Y respondía con humor: “Acá, viejo, pobre y aburrido”. Después, te miraba de reojo y moldeaba una sonrisa pícara y cómplice de un hombre bueno.
En estos últimos años se pasaba las horas enteras sentado a la puerta de su habitación del primer piso mirando hacia la puerta de casa y el patio del colegio: “¿ya comenzaron las clases?, ¿dónde están los niños?, ¿quién ha entrado en casa?, ¿ya vino la cocinera?, ¡Tengo hambre!
Dulces años de espera de la “santa muerte” que llegó en una noche serena, robando el último hálito de vida y de conciencia. ¡Ya descansó por fin nuestro padre fundador aferrado a sus memorias! Recordaba con frecuencia cómo llegó a Venezuela en barco hace 66 años, cómo se construyó el colegio, cómo conducía el autobús escolar. Recordaba a sus primeros alumnos con cariño de padre. Y es que su memoria histórica todavía seguía viva a pesar del cruel paso de los años.
Mirando desde el balcón de casa el colegio, nos decía con orgullo que él era uno de los escolapios fundadores de la Escuela Pía venezolana. Hoy ya está reunido con el P. Juan Bautista, con el P. Vides, con Zuazúa, Arsuaga, Unanua y tantos otros con los que convivió y construyó esta hermosa Escuela Pía de Carora.
Hoy es 27 de noviembre, el día en que los escolapios celebramos a San José de Calasanz y cerramos este Año Jubilar cargado de bendiciones. Un cierre sorprendente con la noticia de la triste partida de nuestro hermano Alfonso que según nos recordaba constantemente estaba ya “viejo, pobre y aburrido”.
Querido Alfonso: Como seguramente nos escuchas ahora, en nombre del pueblo noble de Carora, queremos agradecerte por los años entregados, por tu disponibilidad, por tu buen humor, por tu paciencia en el sufrimiento y, sobre todo, por tu amor a Dios y a la Iglesia. Tu vida ha sido una estela luminosa y una referencia para todos los que queremos seguir las huellas de otro gran sacerdote “San José de Calasanz”.